Como
cada febrero, la majestuosidad de los Andes es el escenario de una de
las fiestas más coloridas del departamento de Puno. Allí
se mezclan el fervor de la fe popular y el espíritu festivo y carnavalesco
propios de los pueblos del Perú. Sagrada y profana al mismo tiempo,
la festividad de la Candelaria moviliza y compromete a toda la comunidad,
desde autoridades y pobladores hasta empresas del sector privado que se
suman a los festejos apoyando la organización.
Pero esta
fiesta es también otra de las tantas manifestaciones del mestizaje
andino-español, verdadero eje de nuestra cultura. Sin este elemento,
la Candelaria – así como otros cientos de fiestas –
no podría ser posible; por ello, esta festividad entraña
algo más que una fusión de culturas: es el retrato vivo,
una representación de lo ancestral, pero también de lo actual,
en suma, el rostro del Perú de hoy.
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La Santa Morena; Entre el Cielo y el Infierno
(Joaquín Ortiz Bustamante)
Durante dos
semanas, la festividad evoluciona en dos partes: la autóctona,
campesina e indígena; y la otra, mestiza, enriquecida por la simbiosis
cultural de elementos andinos y españoles. Desde la madrugada del
2 de febrero hasta el día 18, la celebración es distinta
en la ciudad y el campo. La primera parte esta muy relacionada con la
población autóctona que habita en la periferia de la ciudad
y sólo algunas comunidades tienen a su cargo los actos centrales.
En la segunda, la fiesta dura también 8 días y a partir
de entonces se le denomina la “octava de la Candelaria”. Allí
se aprecia el desborde contagioso del espíritu carnavalesco. Representantes
de innumerables distritos y cofradías presentan sus comparsas en
calles y plazas de la ciudad lacustre, brindando al espectador un maravilloso
y contundente marco de colorido.
El
ritual del Apu Azoguini
El día
que precede a las celebraciones es esperado con impaciencia. El ritual
se inicia a las tres de la mañana del primer día de febrero.
El alterado – responsable de la Fiesta Grande – acompañado
de sus invitados y músicos, suben hasta la cumbre del cerro Azoguini
para rendirle los primeros homenajes a la patrona de Puno. La pandilla
desciende entre estallidos de fuegos artificiales, ponche y baile que
se dejan sentir entre cánticos sacros y pasa por el histórico
Arco Deustua hasta llegar a las puertas del santuario de la venerada virgen.
Por la mañana, el alterado y su esposa caminan precediendo una
comitiva hacia el santuario. Ella porta entre sus brazos la imagen del
niño Jesús, mientras él lleva velas encendidas. La
comitiva ingresa lentamente y en una suerte de éxtasis místico
en la iglesia de San Juan Bautista, santuario de la Candelaria, para asistir
a la liturgia, luego de la cual, se inicia la primera procesión
de la virgen morena.
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